Segunda Compañía
Antecedentes Generales
Fecha de Fundación: 29 de abril de 1900
Lema: Unión y Confraternidad
Especialidad: Agua
Call us immediately you are the one:
1-234-567-8910
join our fire departmentAño 1990, Castro con una fisonomía urbana y poblacional similar a la del año 1896, celebraba alborozado el traspaso de siglo. Los actos conmemorativos del tiempo nuevo están a cargo del Gobernador, don patricio Díaz Sánchez, el mundo isleño ingresa teóricamente al siglo XX.
Transcurrido cuatro meses y ante la creciente necesidad de resguardar más eficientemente los bienes materiales de los habitantes del Gamboa contra la acción implacable del fuego, cuyo devenir mostraba cicatrices de un pasado adverso y, por otra parte, ante el incipiente aumento de nuevas construcciones y familias; Además de las disímiles opiniones que se cernían por la conducción institucional, sumado a variantes políticas contrapuestas y de avanzadas, y al deseo de constituir una instancia que complete el trabajo de salvataje, usando el agua, como en otras ciudades; en suma, variantes todas que implicaron la necesidad de formar una nueva compañía, fortaleciendo así el accionar bomberil, que sólo cuatro años antes había formado la Primera Compañía. Así, vecinos connotados y pobladores se reúnen para concretar los objetivos anteriores, unidos en el ideal de servir.
Con la presencia del Notario y Conservador, fundan la Segunda Compañía. Su Acta de Fundación dice “…Siendo día Domingo 29 de abril de 19200, a las 09:30 horas un grupo de vecinos castreños se han constituido para formar una nueva Compañía. Dentro de los acuerdos tomados se forma la primera Directiva; se estableció que la nueva Compañía será de Agua y designada como Segunda Compañía; buscándole el lema de “Unión y Confraternidad”. Al estar presente la Directiva de la Primera Compañía, queda integrada desde esta fecha como Compañía del Cuerpo de Bomberos de Castro. El Director de la Segunda Compañía queda integrado como sigue:
Director: David Barrientos Barrientos.
Capitán: Belisario Miranda Bórquez.
Teniente 1º: Leonardo Oyarzo.
Teniente 2º: Facundo Pérez Cárdenas.
Secretario-Tesorero: Antonio Osorio…”
Esta nueva institución creada a instancias particulares tuvo difícil comienzo, producto de las limitaciones de las primeras décadas en cuanto a material para combatir el fuego y escasos apoyo financiero. Sin embargo significó gran alegría para Castro el contar con otra Compañía y la vocación bomberil junto a jornadas de sacrificio fue moldeando la tradición de la Segunda, que marca una etapa sustantiva en la vida castreña del siglo XX, al mostrar históricamente una existencia continuada y sin interrupciones durante toda su trayectoria como Compañía.
Crean los símbolos que los identifican, como el banderín donde figura un pitonero rodeado de llamas y laureles con fondo rojo, en la sección superior lleva escrito el número de la institución y en la inferior estampado el lema, la fecha fundacional y la ciudad respectiva, todo lo anterior rematado en una figura de corte triangular. Código señero, ya que refleja claramente el motivo de la creación como Compañía de Agua, representada por el orgullosos pitonero con el casco número 2. La insignia fue ideada en el decenio del 90, esta nueva placa corresponde a un óvulo con un ave fénix ígneo, de flamas amarillas y rojas que envuelven con sus alas al número 2, ostentando los colores de la Compañía y bandera española; en la parte superior aparece el nombre de la institución y la fecha de fundación; en la parte inferior la denominación “Bomba Chiloé – España” y el lema “Unión y Confraternidad”, palabras que reflejan explícitamente el sentido de sus fundadores, que traspasa el tiempo.
Este escudo de guerra representa con su imagen ígnea el renacer permanente de las cenizas, en un siclo sin fin, siempre con mayor energía y, el mejor atisbo de este servicio a la comunidad ininterrumpido que pervivirá hacia el futuro: En este sentido recordamos que la primera placa metálica de identificación para voluntarios era un escudo con el número 2 encerrado en un círculo rojo, rodeado con la inscripción “Cuerpo de Bomberos” y la palabra “Castro” separada con una estrella completaban la insignia; detrás un broche escudo pequeño con el número 2 sobre dos líneas transversales. La placa estaba acuñada con un número correlativo para cada voluntario.
En sus años iniciales de labor compartieron con la Primera Compañía el mismo material de trabajo usado en ese período, tanto los elementos de incendio como la “Bomba a Brazos” y en general participan en todas las labores bomberiles con el sistema de socios cooperadores, recién aplicado en nuestra ciudad. Desarrollan ejercicios, reuniones, bailes sociales en el Salón del Cuartel, desfiles y todo lo relativo a una acción inicial con lo que implica: En los primeros veinte años llegan a contar con más de 50 voluntarios, mucho de ellos dirigen al Cuerpo, de esta forma la Segunda ocupaba un lugar prominente en la institución.
Al ser Compañía de Agua debió abocarse a ejercitarse precisamente en este aspecto; así, los extendidos de mangueras, el uso de los pitones de bronce y cubetas, los gemelos y trifulcas, los pozos, en suma, familiarizarse en la utilización del vital líquido, con la infraestructura mayor y menor requerida para un buen trabajo, coordinándose a su vez con la labor que realizaba la Primera y complementándose por tanto en una acción vital.
Precisamente así se demostró en el primer incendio de proporciones al que la Compañía debió concurrir el 30 de septiembre de 1902, a la 01:00 horas de la madrugada como indican las crónicas, y que afectó a la iglesia, Convento Franciscano, más 23 casas quemadas. Allí, de noche, daban los pasos iniciales de una acción prolongada y aprobaban la prueba de fuego necesaria, demostrándose la importancia de la nueva institución. Los daños del siniestro fueron avaluados en $ 400.000. Situación revalorizada el 6 de septiembre de 1912 y corroborada por los diarios de entonces, ante el segundo siniestro de magnitud global del siglo XX en Castro, incendio que destruyó casi todo el pueblo dejando a la mitad de la población damnificada. En esta oportunidad ya se contaba con la pequeña “Bomba a Brazos” de la Primera Compañía, empero los baldes y hachas, más otros elementos de salvataje y el esfuerzo bomberil impidieron mayores infortunios.
Con estos hechos trágicos se fue templando el accionar de los bomberos segundinos de principios de siglo, extrayendo lecciones prácticas y espirituales para proseguir en la defensa de la comunidad castreña.
Enorme sacrificio era ser bombero, había que correr al Cuartel y tocar la campana de alarma para anunciar la emergencia. Todos debían dirigirse al propio Cuartel a fin de enterarse del sitio amagado o si se encontraban cerca, correr a dicho lugar, se hacía a pie por falta de medios comunicacionales, aparte de arrastrar las pesadas máquinas de tracción humana.
El primer Cuartel, compartido con la Primera Compañía, de dos pisos y amplias salas, se ubicaba en el mismo lugar que hoy alberga al Cuartel Central, en la actual Sala de Máquinas, frente a Plaza Prat. Con letras destacadas en el frontis se indicaba el número de la Compañía; poseía alarma con campanas localizadas en una gran torre metálica. Allí se realizaban las actividades bomberiles y los bailes sociales; estaban avaluados en 1950 en $ 130.000, rol Nro. 211.
El uniforme inicial consistía en una cotona negra, toalla blanca, cinturón de trabajo color blanco con el número 2 como broche, talíz y llaves de unión, cascos prusianos dados de baja por el Ejército con el número 2 de bronce y pantalón blanco. Para las presentaciones y desfiles usaban una guerrera color gris aquéllos que podían ostentar dicho vestón, al haber muy pocos en inventario. Laboraban con la recordada “Bomba a Vapor”.
El año 1925, celebran sus Bodas de Plata. Enorme alegría, el desfile tradicional, la convivencia y lo inherente a la conmemoración asentaron más las bases del crecimiento permanente, máxime cuando un año antes habían recibido la famosa Bomba de Vapor, la máquina más moderna y eficaz del Cuerpo.
Desde la década del 30 al 60 continúa el ritmo de progreso interno que conlleva a la vez beneficio a la institución bomberil y comunidad. En esos años elaboran el primer Reglamento Interno de una Compañía en Castro, imponiendo principios básicos de evitar temas políticos y religiosos. Sin duda sabias enseñanzas y normativa base del reglamento actual del Cuerpo de Bomberos.
Inician la incorporación de bomberos mascotas para luego ser Auxiliares, personas muy jóvenes que ingresan a las filas y gérmen de voluntarios futuros. Entre sus labores de estos iniciadores destacamos la de alumbrar y dar señales con un farol destellando luces rojas, verdes, blancas e indicando la ubicación del Capitán y “Bomba Ford A”, máquina que se incorpora al trabajo segundino, al cuidado de los “Ingenieros”, hoy jefes de Máquinas.
Estos decenios inauguran el nuevo uniforme de parada: guerrera azul con bocacuello y bocamangas rojo, charreteras y botones dorados, cinturón blanco sin terciana, casco modelo francés con el número 2 de bronce rodeado de una cinta del mismo material; completado con una corbata azul y pantalón blanco. Aparte de la casaca de trabajo, confeccionada de cuero y, adquiridas vía beneficios propios.
Las actividades realizadas nos indican de la creación de un pequeño casino particular, del Himno de Guerra cantado por primera vez en 1951 cuyos autores y compositores fueron las Reverendas Monjas de Castro y el voluntario Eladio Mercado Vidal, cuya música corresponde a la marcha militar norteamericana “Gunga Dín” de los legionarios. Además ellas confeccionan el primer estandarte, una tela con fondo azul decorada lujosamente con reminiscencias barrocas. Inician también el sistema de banderines de comunicación triangulares con el número 2, izadas en el frontis del Cuartel; color blanco el código de reunión uy rojo de ejercicios. También realizan un inventario de prendas, vanguardista en el Cuerpo.
Por su parte, su sala de sesiones en calle Portales presentaba una doble función: Centro de votación y de recreación. En 1930 la alarma de incendio era con sirena de manilla ululando tres toques largos que alborotaban a la población junto a las carreras y gritos de los bomberos para llegar al Cuartel o lugar siniestrado. También se usaba una corneta hoy reliquia segundina, tocada por un voluntario dando las órdenes respectivas y otras como formación en romerías y funerales donde se interpretaba el toque de “silencio”.
En el decenio de 1950, el nuevo Cuartel de la Segunda se ubicó en calle Balmaceda al haberse arrendado en $ 13.090 mensuales el anterior al Liceo Castreño por parte del Directorio General y el Ministerio de Educación, siendo Ministro Bernardo Leighton, refaccionado por los mismos bomberos, allí en el segundo piso estaban las salas amplias de sesiones con acceso por una escala interior, instalándose un secador de mangueras, confeccionado con una estructura de madera de más de 65 m/m., al centro tenía una especie de rodillo muy largo utilizado muchas veces como tobogán; quiénes hacían esta operación después de un ejercicio o incendio los apodaban “los gatos”. La Bomba Ford A se estacionaba en el Cuartel hacia calle Balmaceda, protegida por dos puertas adornadas con vidrios pequeños en la sección superior, en el frontis escrito con letras decía “Segunda Compañía”, con un color destacado.
Ingresar a la filas significaba ocupar un sitial destacado, los antecedentes del futuro servidor público se exponían en el diario mural para ser estudiados y comentados. Existía formación de disciplina militar en todas las actividades, a las sesiones, se ingresaba marchando, en ejercicios, desfiles, incendios, guardias se utilizaba el mismo sistema castrense. Tener un cargo de Oficial requería responsabilidad. Lealtad, asistencia, sacrificio en bien de su Compañía, formando excelentes ejecutivos a nivel interno como general.
Inauguran por esos años las Pascuas Bomberiles Segundinas, donde un voluntario, casi siempre el destacado oficial Alejandro Rodas Silva, “don Cato”, disfrazado de viejo pascuero visitaba a cada familia junto con los oficiales, regalando un obsequio para la ocasión a los niños.
Además, dan comienzo a una tradición que se ha perdido en el tiempo, cuando los funerales de bomberos se hacían de noche con antorchas encendidas, dándole mayor solemnidad, al igual que los velatorios con Guardia de Honor. Llegar a ser Miembro Honorario reflejaba antecedentes intachables, voluntad a toda prueba en cualquier actividad inherente al quehacer bomberil.
Sus voluntarios cooperan en todo tipo de catástrofes y situaciones que soliciten sus servicios. En plena Segunda Guerra Mundial, año 1943, integran la Defensa Civil usando un brazalete distintivo, teniendo Delegados Bomberos, los años 1950 – 1952 destacan a la Segunda Compañía en competencias internas, siendo más de 60 bomberos que entrenaban con espíritu de unidad y perfeccionamiento, acompañados de público junto a la banda del Club Musical. En 1950 celebran sus Bodas de Oro con gran pompa y cobertura, invocando a toda la ciudadanía local. Durante el terremoto del 60 prestan guardia permanente, a fin de evitar robos, sectorizando la ciudad en una labor eficiente y distribuyen alimentos en la olla común de Plaza Prats. Un mes deben estar en Estado de Alerta, sin abandonar el uniforme.
Puntualmente que el sentido de labor era tradicional. Después de ejercicios o siniestros la Compañía se formaba como en la actualidad analizando el trabajo, el retiro sólo se efectuaba previa orden del Capitán en cualquier condición que se encuentre, se premiaba también con Diplomas de Honor a voluntarios destacados y, ayuda económica para bomberos de escasos recursos. Rememoramos en la década del 50 las famosas fondas de Fiestas Patrias en la Plazuela Gamboa o en 1966 en boite Central entre otras para obtener recursos a fin de adquirir los esquivos elementos de trabajo, cascos, uniformes, por nombrar algunos.
En suma, actividades todas que permiten comprender la importancia de esta institución compenetrada en la historia castreña.
BOMBEROS Y BOMBAS DE LA SEGUNDA COMPAÑÍA EN ACCION
“Fuego, fuego, fuego, fuego, gritan llenos de pavor. La Segunda Compañía siempre lista en cumplir con su labor”. Como dicen el coro del himno, desde 1900 ha tenido una actuación destacada en los grandes incendios de Castro y en todas las emergencias que han requerido su intervención.
Siempre en el lugar de ataque, ocasiones donde se palpa en la praxis la razón de existir de una Compañía, en sus comienzos debieron laborar sólo con material menor, hachas, palas baldes, etc. y en coordinación con la Primera Compañía trabajaron en la famosa bomba a palanca.
Desde su creación hasta el presente han poseído cuatro máquinas, en la década del 20 tuvieron la famosa y primera Bomba a Vapor llegada a Chiloé, que tantas rememoranzas impregnó en Castro. Fue donada por el Cuerpo de Bomberos de Santiago a través de la Tercera Compañía, prestando servicios en nuestra ciudad entre 1924 a 1936, mencionados que fue fabricada en 1901, por la Empresa Canadiense “Waterous, Enginering Works Co. Ltda. Brantford, Can” y marca “The Mand´D – By Waterous”, con una capacidad de acción de 2.800 litros por minuto, adquirida e importada para la Tercera Compañía” claro y Abasolo” de la Capital, la potente pieza era una máquina moderna, provista de todos los adelantos alcanzados por la técnica americana hasta la época en que se la construyó, cumplió eficiente labor entre 1902 y 1924 en dicha unidad.
La inauguración oficial de “las Clarita” tuvo lugar el domingo 13 de julio de 1902 en la Plazuela del Teatro Municipal, un ingeniero norteamericano vino expresamente a enseñar el manejo a los maquinistas tercerinos. Dicha Compañía reemplazó su antigua bomba a vapor que desde enero de1865 servía en Santiago por esta máquina más liviana y potente abriendo una nueva era de trabajo para el Cuerpo. La Bomba fue conocida como “La Clarita” en recuerdo y memoria de don José Luis Claro, fundador del Cuerpo der Bomberos de Santiago, fallecido en 1901. Estas bombas tras prestar nobles servicios en un Cuerpo determinado fueron traspasados a otros, donde siguieron realizando una fructífera labor por muchísimos años más, así, Castro fue la ciudad donde “la Clarita”, llegó a prestar sus últimos actos de servicios. El avance de la técnica reemplazó gradualmente la fuerza humana en la tracción y manejo de máquinas, sustituyéndola por briosos caballos y máquinas de vapor.
La llegada de la Bomba en 1942 a Castro fue apoteósica, junto a un maquinista de la Tercera Compañía encargado del aprendizaje para los maquinistas castreños, fue trasladada en barco y desembarcada en el puerto local en las chatas permitiendo a la multitud que se congregó en dicho lugar apreciar esta máquina, la más moderna. Sus bronces, aspecto imponente y estructura reluciente hizo a los habitantes rebozar de alegría junto a los bomberos, haciendo brindis por tal donación; no se conocía un artilugio de este tipo, era una auténtica novedad cuando ya en Santiago habían bombas automóviles. Fue un día de suyo especial, una auténtica fiesta popular, el traslado por la empinada calle Blanco dirigiéndose al Cuartel para instalar la nueva bomba era una procesión comunitaria en medio de los vítores de la población, todos querían tocarla, comprobar su eficiencia, verla trabajar, sentir su protección en aquellos momentos aciagos. La Segunda Compañía estuvo a cargo de los actos de recibimiento en la Plaza Prats, los Oficiales Generales y Autoridades públicas orgullosos apreciaban la nueva adquisición que desde la Capital llegaba a defender la ciudad que tenía fama de ígnea a nivel nacional y, así fue comprendido por las autoridades bomberiles Santiaguinas, sintiéndose el respaldo y valorándose las gestiones de los Oficiales castreños donde el “modernismo” por fin se cernía en el Cuerpo.
Se rememora con emoción la satisfacción de los segundinos, terminada la comida de honor se forman nuevamente y se ordenó dispersión inmerso en el júbilo cotidiano, el ejercicio probatorio al día siguiente fue admirable, la nueva bomba sobrepasó como nunca se había visto a la clásica de palanca; luego algunas alternativas pintorescas y muy propias de la inexperiencia de esta clase de nueva máquina. El Cuerpo de Bomberos formado y con su material desfiló por la plaza pública colmada de personas, muchos contemplaron atónicos la bomba a vapor en ejercicio, mientras la presión subía en la caldera hasta llegar a 120 libras y producirse el ruidoso escape del vapor, al abrir la llave de admisión, el canastillo del chorizo se llenaba de agua en medio de una gran nube de vapor. A estas primeras manifestaciones estrepitosas del “monstruo” los curiosos, guiados aparentemente por el instinto de conservación, daban un paso hacia atrás, la introducción de este tipo de bomba marcó un importante avance en el trabajo de las compañías de agua de entonces; la fuerza del vapor de agua, aprisionada en una caldera y dirigida por el hombre, venía a constituir un aporte valiosísimo, desconocido hasta ese momento en la dura labor del bombero castreño.
En suma su llegada en 1924 marcó un hito histórico local, más aún cuando paulatinamente fue incorporándose al alma cotidiana, estimada y sentida, integrándose el espíritu bomberil y, constituyéndose en una bomba de tracción, situación que pocas máquinas pueden ostentar.
Desde 1924 hasta 1936 fue su período de labor efectiva, responsabilidad que recayó en los segundinos cuya actividad debió ser asumida con mayor ahínco aun sabiendo además de tan alto compromiso para con la ciudadanía. Durante esos años era la clásica bomba que concurrió a todos los llamados, familiarizándose los bomberos con su tecnología y funcionamiento, aprendiéndole sus “mañas” y reforzándola de distintas maneras a fin de optimizar su accionar. Estaba concebida para ser tirada por dos briosos caballos de bomba, sin embargo en Castro era arrastrada por los propios voluntarios y recopilaciones podemos indicar que era una máquina pesada, montada sobre un carro con ruedas, bulliciosa y poco maniobrable pero, en comparación a las de palanca arrojaba ríos de agua, a mayor distancia y altura “…que pasaban la torre de la iglesia (Monumento Nacional) por la presión que levantaba…” al decir de los honorarios, por tanto los sacerdotes se alegraban no solo porque mencionaban que no se quemaría sino que se podían limpiar dichas torres.
Su capacidad de agua y potente chorro equivalía a 10 bombas de palanca, y se comprobó la gran utilidad de la fuerza de vapor al ser desconocida hasta ese entonces en la labor bomberil, cuando funcionaba se remecía entera, saltaba, había que amarrarla en desenfrenados movimientos de nerviosa trepidación de fierros, emitiendo ruidos similares al carnear un cerdo, siendo apodada cariñosamente como “La Chanca”, nombre como se le conoció en la ciudad. Interesante acotar que la Segunda Compañía Germania de Puerto Montt poseyó una bomba similar en 1917, igual con el mismo apodo.
Volitaba humo, vapor, y el rostro de los maquinistas enrojecía por el calor del potente fogón; si se acercaban a las calderas podían quemarse sus ropas por las chispas que saltaban; especialmente en la noche su apariencia era dantesca al salir a un incendio, dejaba tras de sí una estela infernal de carbón encendido con penachos de humo al viento. “La Chancha” de macizas ruedas de madera, recubiertas con fierro, era empujada por vigorosos bomberos, no se usaron los caballos en Castro, con ruedas alrededor amarradas a diversas piezas de la máquina donde también algunos niños y el público cooperaban tirando las sogas y, en el pértigo maniobraban 4 o 5 segundinos para darle la dirección. Traqueteaban por las calles irregulares, saltaban sobre montículos o se hundía en los hoyos de las vías, accidentes comunes eran las quebradura de sus ejes o resortes, o al salir del cuartel donde la bocacalle era estrechada al momento de girarla haya estado muchas veces en peligro de volcarse, por ello debía tomarse fuere impulso para sacarla sorteando la diferencia de terreno, caso contrario se atascaba siendo dificultoso arrastrarla. También a causa de los saltos la bomba perdía presión de vapor en su caldera y no tenía fuerza suficiente para lanzar agua hasta transcurrido un momento. Los castreños con todo estaban orgullosos de su monstruosa bomba que tanto apreciaban y admiraban, especialmente por su accionar en los llamados que concurrió mostrando su eficiencia junto a los bomberos quienes se esmeraban en su ciudad, empavonándola ejemplarmente y luciéndola en los desfiles.
Al ocurrir una emergencia, el fogonero o maquinista, el fogonero o maquinista, Oficial y Conductor más el resto de voluntarios corrían tras la “Chancha”, ésta se mantenía preparada con carbón, leña, huaipe impregnado en aceite para encender el fuego y accionarla calentando sus calderas y, así “calentar la Chancha” como se decía en el argot bomberil, para contar con vapor a los pocos minutos del encendido, pues demoraba en estar operativa, empero con la mezcla usaba y probada, más rápidamente respondía la caldera con la temperatura ideal, método descubierto por los bomberos diciendo que desde el cuartel a la plaza ya estaba lista para el combate del fuego. Destacamos en nombre de francisco Silva Alarcón, maquinista, quien recordaba que debía mirar el “manómetro” indicativo de la presión, si llegaba a un punto máximo debía abrir las válvulas para evacuar el vapor, caso contrario podía estallar la caldera por el calor generado. El fogonero y más destacado acolchador de mangueras fue Alejandro Zambrano Cerda, el más primordial encargado del encendido del fuego y dar presión a las calderas junto al “gallero” que extendía el material, por nombrar algunos.
Época de sacrificio, no existían grifos, se empleaba el agua de las acequias y pozos para llenar los estanques de las bombas, colocándole hasta 6 chorizos succionando con buena presión. Los voluntarios de la Segunda se sumergían en aguas pútridas y malolientes en el resguardo del bien ajeno, para que no falte el vital elemento a los dos pitones alargados de 65 m/m., de bronce y gemelo en la armada. En Castro la bomba pudo trabajar eficientemente alimentando a cuatro pitones que operaban ininterrumpidamente hasta acabar la emergencia ya que el agua solo debía cortarse de la máquina, y agregamos que aparte de este servicio, los bomberos debían colocar las gomas a las mangueras de lona o cuero con remaches de bronce con las manos, los famosos acolchados, a fin de evitar escapes de aguas por la uniones. En julio de 1934 dos incendios de magnitud derivaron en la pérdida y gastos de prácticamente todo el material menor; años donde la institución contaba con mínimos recursos y los integrantes tuvieron que a base de ingenio reparar tales elementos anticuados y usados.
Aquellos llamados en el sector Punta Chonos cuando al paso del ferrocarril éste arrojaba chispas por el populoso barrio que provocaban algunos amagos al quemarse los techos, donde la bomba debía ser bajada por la calle Blanco que aparte de ser una maniobra arriesgada era todo un espectáculo, tirada por más de 20 bomberos que la iban frenando con cordeles, palos y acuñándola con postes por la pendiente que presentaba más pronunciamiento que el presente, incluso en este sector, durante una ocasión debió trabajar con agua de mar, limpiándola internamente más tarde.
Correspondió a “la chancha” asistir a todos los llamados de emergencia durante dos décadas de la Segunda Compañía. Testimonios especiales se guardan del gran incendio de 1936, efectivamente el 4 de marzo, el mayor siniestro ocurrido en Castro en el siglo XX arrasó con las tres cuartas partes de la ciudad, incluyendo la parte comercial desde la Plaza, Blanco y sector Puerto. Los bomberos al quedar sin agua arrastraron la pesada bomba hasta la playa para buscar agua de mar. Las pesadas ruedas de fierro se atascaron en el limo, no pudiendo succionar agua y pronto, al subir la marea, el noble armatoste quedó sumergido estancado en el barro, mientras el pueblo impotente veía arder estrepitosamente las viejas casonas de calle Lillo. Fue la estoica y prometeica actuación bomberil de la bomba que dio sus últimos estertores en defensa de la ciudad; desde entonces quedó fuera de servicio ocasionalmente tras 12 años de activa labor. Sin embargo fue limpiada y reacondicionada, puesta nuevamente en actividad aunque con algunos problemas técnicos, lo que permitió que ese mismo año en octubre un nuevo incendio en calle Gamboa que consumió 11 casas del sector, la institución con dicho material mayor controló la emergencia a duras penas. Nuevamente a fines de 1937, año del otro gran incendio que asoló a Castro, diezmando casi la mitad de la ciudad y último de una serie que se prolongaba históricamente, “la chancha” en aquel entonces trabajó con el máximo de presión, o sea 200 libras, gracias a lo cual pudo salvarse parte de las casas pero, en cambio se sufrió la pérdida mecánica de la bomba. Fue su esfuerzo final defendiendo la población que, corroboró una vez más la eficiencia de la bomba y su razón de ser, ante los agradecimientos para los bomberos. Año final de su brillante servicio en Castro, desde allí se conservó en el Cuartel como venerada reliquia.
La Bomba a Vapor utilizaba un pequeño carro donde se almacenaba el carbón de piedra donado por Ferrocarriles y vegetal, las estacas de luma, materiales también obsequiados por la misma institución.
Una especie de acoplamiento que también era trasladado a las emergencias; estaba como reliquia aunque se encontraba en desuso siendo regalado en 1967 a un integrante de la Banda Instrumental por la Compañía, producto de una acción solidaria. Aún se recuerda cuando “la Chancha” debió llenar los estanques del vapor “Arauco” por los años 50 – 51 al no disponerse de otras bombas o encontrarse éstas en reparaciones; cumpliendo su tarea eficientemente. Renació para las nuevas generaciones, al verla bajar al puerto con yuntas de bueyes para frenarla, a pesar de sus frenos especiales que trancaban las ruedas, pero resbalaba, ente buque después de su recalada en Castro, tuvo fatídico final al incendiarse en alta mar.
Sí, recuerdo de una bomba que pertenecía a la ciudad, su último trabajo de exhibición lo realizó en 1952 en la Plaza de Armas. Los habitantes se agolpan en este lugar a presenciar la actividad postrera de “la Chancha” que brincando y echando humo elevaba columnas de agua al cielo, testimonio de un brillante pasado de gloria.
En los años siguientes fue la más auténtica y preciada reliquia, una joya bomberil, bomba de la época romántica. Por ello, en febrero de 1967 al conmemorarse el Cuarto Centenario de la fundación de Castro, la institución la exhibió en el desfile, conducida por su sempiterno maquinista Alejandro Zambrano Silva, provocando admiración y aplausos espontáneos de orgullo y alegría ante el público asistente. Similar situación se vivió en 1968 al celebrarse los 25 años del Ford A, otra bomba segundina, donde nuestra máquina estuvo en la plaza junto a su congénere mostrándose a la comunidad que, contemplo la Bomba a Vapor.
En los años 60 estuvo guardada en el Cuartel General al cuidado responsable de la Segunda Compañía. En la actualidad esta reliquia se encuentra exhibición en el Cuartel de la Tercera Compañía de Santiago, su primera propietaria, en perfecto estado de funcionamiento, cuidada y estimada por dicha institución; esto fue el resultado de un trueque desfavorable realizado en 1976 por el Directorio General que entregó dicha bomba, a pesar que la Segunda Compañía siempre se opuso al intercambio. La Bomba a Vapor partió sin pena ni gloria ante la incredulidad ciudadana. Bomberos chilotes que la visitan en su nuevo cuartel santiaguino saben de sus historias y de hombres que compartieron jornadas al leer la placa recordatoria que indica los años de servidos en Castro y a la compañía que perteneció; suscita nostálgicos pensamientos de una época romántica. Con su partida se arrancó parte de la historia bomberil local, donde prestó servicios por más de 40 añorosos años, ganándose el cariño de los segundinos que ven en esta reliquia que representa el orgullo de haber depositarios de una máquina histórica.
En el presente desfile ufana con sus bronces brillantes como en sus mejores días, en aniversarios, ejercicios y ceremonias públicas, incluso Correos de Chile emitió en 1993 un sello postal con esta bomba, bajo la denominación de “Carros Antiguos de Bomberos”; ha adornado portadas de revistas técnicas, incluso ha sido mostrada en televisión muchas veces.
Desde 1937 hasta 1942, la Segunda Compañía no disponía de material mayor, trabajan con una pequeña motobomba o en su reemplazo operaban con los famosos “gallitos”, esas estructuras metálicas de dos ruedas unidas por un eje donde arrollaban las mangueras, artefactos arrastrados por los propios voluntarios al lugar siniestrado. Dura tarea y preocupación bomberil al quedar la ciudad sin protección, por no contar con material mayor pese a que el combate al fuego se efectuaba con otros medios más rudimentarios.
Como resultado del incendio del 5 de marzo de 1936, el Ministerio de Hacienda entregó fondos para reconstruir edificios dañados y la plaza pública. El 26 del mismo mes destinó $ 100.000 como subvención extraordinaria al Cuerpo de Bomberos de Castro, que ya se perfilaba a nivel nacional. Esto, ya que a fines de la década del 30 y comienzos de los 40 Castro fue azotado por los grandes incendios de que se tenga memoria. La ciudadanía solicita la obtención de leyes especiales para ayudar a los damnificados de dichas catástrofes; pese a la eficiente labor bomberil no podían contener la magnitud incendiaria, máxime con el escaso material de trabajo de que disponían durante las décadas del 20 y 30. Situación ya expresada en 1934 por el Alcalde, quien mencionaba que se contaba con algunos trozos de manguera, y existía una condición económica apremiante. Decenio difícil para los bomberos aunque el Municipio los subvencionaba con $ 1.200 hasta llegar a los $ 3.600 en 1943, cantidades insuficientes como lo indica el Comandante en carta a las Autoridades, solicitando cooperación a fin de mejorar el material en 1944.
En 1941 Castro tenía una población de 5.049 habitantes, su planta urbana se había extendido y se requería urgentemente una renovación del material mayor. El Gobierno de don Juan Antonio Ríos (1942 – 1946) beneficia a la ciudadanía con un nuevo carro bomba.
Este era una necesidad sentida por los bomberos de la Segunda Compañía a fin de concretar una labor más efectiva y motivo celebrado por el Directorio General de 1943, cuyo Superintendente era Ramón Uribe Díaz; esperaban con ansias la llegada de la nueva máquina al tener la confirmación de su venida, para proyectar una acción bomberil con resultados positivos. La Segunda Compañía comienza anticipadamente la recaudación de fondos, ante el histórico acontecimiento, una seria de beneficios realizados permiten obtener recursos, destinados al pago de la bomba y recepción de invitados. La Municipalidad cooperó también al financiamiento de los gastos que demandó el recibimiento de las delegaciones bomberiles que llegaron a Castro con motivo de la bendición de la bomba automóvil, el domingo 31 de octubre de 1943.
S engalana el Cuerpo de Bomberos ese día, las Compañías concurren tempranamente formadas al puerto, esperando “la joyita”, nombre como se le conoce en el dialecto institucional a la máquina que llagaría en el otrora famoso vapor “Alondra”. Un gentío impresionante concurre a presenciar las maniobras de desembarco y traslado del carro a lanchones o chatas y que, por una mala acción estuvo cerca de caer al mar, acercándose finalmente la actividad al malecón. Transcurren breves minutos ubicándola en la costanera, frente al estacionamiento ferroviario, en medio de gritos jubilosos y aplausos. Con qué orgullo observaban la máquina, la más moderna en su tipo de Chiloé. Sin duda, el año 1943 fue recordado por la ciudadanía y algarabía de niños que cifraban una mayor seguridad en este nuevo artilugio. El Alcalde del, período don Felipe Montiel Márquez, bombero segundino, recibe durante su administración el material mayor y en su discurso la bienvenida hizo recuerdos de los momentos difíciles que atravesaba la ciudad con motivo de los incendios, reiterando además que esta bomba fue adquirida en 1942 prácticamente con fondos propios recolectados por la Compañía, aprovechando las garantías y beneficios otorgados tras los incendios por la Caja de Crédito Hipotecario, siendo intermediaria la firma importadora “Hermann Hnos. y Gastellú Ltda.” De Concepción, cuya carrocería fue armada en “Lavanchí Hnos.” de Santiago.
Dicha bomba había sido ya comprada, al igual que otras de una partida destinada a Chile; su arribo atrasado se explica por estar retenida en los estados Unidos ante el conflicto bélico de la Segunda Guerra Mundial, país beligerante que lo consideraba material indispensable en dicha contingencia, donde la fábrica Ford destinó su producción por razón de seguridad nacional hacia la defensa bélic
La nueva máquina es marca Ford A, V.8, modelo año 1940. Bomba Automóvil Champión Tipo M con motor. Importada directamente de las fábricas norteamericanas, destacaba por poseer un amplio compartimiento trasero para voluntarios, escalas laterales de madera barnizadas, “chorizos” succionadores o mangueras semirrígidas de succión en sus costados, campana, alarma sobre el pasamanos, acelerador manual regulable, sistema de refrigeración automático; cuatro “pollos” o carretes, estructuras circulares unidas a un eje central para guardado de mangueras. La sirena destellante sobre la cabina y el “papú” o bocina manual operada por el copiloto, fueron comprados a posterior por los segundinos e incorporados a la bomba.
Pintada de color rojo fuerte destacaba desde cualquier lugar, sus líneas funcionales aerodinámicas le daban notoriedad y estabilidad. Alcanzaba la extraordinaria velocidad de 100 Km/Hrs. En resumen, un carro último modelo, revolucionario, orgullo tecnológico de esa época, máxime que en Castro entonces existían sólo dos pequeños vehículos que la comunidad acostumbraba a identificar.
Su ascenso por la empinada calle Blanco fue motivo de jolgorio, el Ford A encabezaba el desfile, manejado por primera vez por un conductor de la Segunda Compañía: Domingo Arneric Yurac, rodeado de un gran séquito que la acompañaba para su bautizo definitivo en la Plaza de Armas. Todo un acontecimiento novedoso, nuestro principal paseo público atestado de personas alegres; allí las autoridades, destacados vecinos, Directorio General, junto a los Sacerdotes Luis Rojas Mancilla y Fridolín Maier Ogger fueron los encargados del ceremonial de bautizo, ungiéndola con el nombre de “BOMBA JUAN CHRISTIE”, en honor al Agente de Vapores y Primer Comandante, fundador del Cuerpo de Bomberos de Castro. Ese domingo 31 de octubre de 1943 a mediodía, los padrinos fueron más de 20 destacados vecinos, la Plaza castreña estaba colmada de público, que irrumpe en aplausos al momento de tirar las tradicionales cintas blancas amarradas a la bomba y especialmente cuando la delegación del Cuerpo de Bomberos de Ancud llegaba tempranamente en tren estrechó vínculos con sus congéneres castreños entregando a la Segunda Compañía un relevante galvano de reconocimiento grabado con las frases “A la 2° Cía. Del Cuerpo de Bomberos de Castro. Fraternalmente con ocasión de la bendición u entrega de la Bomba Automóvil. Cuerpo de Bomberos de Ancud”, y un Diploma de hermosa confección hecho en la extinta Imprenta Cruz del Sur, que dice: “Cuerpo de Bomberos de Ancud. 2° Compañía. La Segunda Compañía saluda fraternalmente a la Segunda de Castro con motivo de la bendición y entrega oficial de la Bomba Auto, Ancud 31 de octubre de 1943”, firman todos los oficiales ancuditanos. Recuerdos destacados en la sala de sesiones de la Compañía castreña.
El Ford A, en el centro de la Plaza es objeto de un sinnúmero de fotografías junto a la Bomba de Vapor; padrinos, bomberos, vecinos y el Directorio General posan en su cubierta a fin de imprimir este acontecimiento en el tiempo.
Don Guillermo Águila Soto, Director, oficiales y voluntarios segundinos de refuerzan con la nueva máquina que fue probada inmediatamente en un ejercicio demostrativo, asombrando por su capacidad. Aún se recuerda cómo se abrazaba y acariciaba la “joyita” en ese momento alegre del tiempo castreño. Una gran fiesta coronó aquel día plagado de emociones.
Incorporada definitivamente a la Segunda Compañía tuvo como asiento el Cuartel frente a calle Portales, actual Cuartel Central, junto a la Bomba de Vapor. Paulatinamente los voluntarios se familiarizan con el Ford A hasta dominarle todos sus secretos, estando preparados para la acción contra el enemigo: el fuego. Existía una simbiosis espiritual entre choferes y bombas, llamados entonces “ingenieros” o “chauffers”, descollando y apartando todo su esfuerzo por la joya del Cuerpo de Bomberos en todos los rubros: manejo, mantención, cuidado, limpieza, reparación, compitiendo lealmente. Aclaremos que en este tiempo no existían Servicios Técnicos automotrices en Castro. Entre algunos: Nolasco Cárdenas Chávez, Manuel Cárdenas Haro, Juan Muñoz Nahuelneri, Arturo Bolívar Aguayo, René Tapia Salgado, Rubén Márquez Gómez, Pedro Oyarzo Gómez, Carlos Sartori Aguilera, Osvaldo Mancilla Mohol. Había que ser excelente conductor para manejarlo, saber sus “mañas” para lograr un funcionamiento más eficiente al tener una “caja bruta” de cambios sin cebador, por tanto la mala sincronización impide la operatividad. La Compañía instruyó dos Escuelas de Choferes que practicaron en el aeródromo Gamboa durante dos décadas. Un privilegio ser conductor, que requiere de dominio técnico y resolución. Ellos lo sabían, cuántas anécdotas se recogen sobre incendios o ejercicios, disputas al manejarlo entre este grupo selecto del volante que poseía dirección manual e instrumental inglés de W.S. Darley y Co. Chicago. Eran además encargados de alimentar la máquina (80 litros) con un tambor bencinero ubicado en el cuartel al no existir aún las bombas de combustible y efectuaban la reparación diversa inherente al quehacer bomberil tras cada salida. Se identificaban con un parche verde. También forman el grupo especial de “choriceros”, trabajando este material que requería una técnica especial para no filtrar aire, en caso contrario hacerlo succionar era labor dificultosa. Dos bomberos tienen esta misión y quien dirigía era Humberto Molina Zúñiga. Fue tal la perfección alcanzada que resultaba fácil y rápido instalar chorizos al pozo, succionando el vital elemento.
El año 1944 se inicia con buenas nuevas para la ciudadanía castreña. En breves lapso el Ford A demostró su capacidad de agua, velocidad, resistencia, controlando amagos y un incendio producido en ese tiempo. Bomba con historia, entre tantos recuerdos fue la máquina anfitriona durante la visita en 1944 del Presidente de la República Juan Antonio Ríos. En esa década los problemas incendiarios eran en el popular sector Punta de Chonos, debiéndose extender mangueras atravesando cercos y patios a gran distancia debido a lo lejano del pozo abastecedor de agua. Fueron varios los llamados de incendio en este barrio, todos minimizados ante el eficaz apoyo del nuevo carro bomba, impidiendo al fuego desplazarse a otras construcciones como ocurrían antaño.
En marzo de 1946 se celebran los 50 años institucionales del Cuerpo, con imponente desfile de bomberos y máquinas; inmerso también en una serie de incendios durante dicho decenio donde la única bomba iniciaba siempre el ataque controlando el fuego e impidiendo la propagación. Entonces las mangueras de 65 m/m., uniones, gemelos, pitones de bronce permitían un mejor trabajo, aunque eran muy pesados. La gran potencia del Ford A para entregar agua implicaba que los pitoneros debían poseer cierta contextura, especialmente cuando sus chorros alcanzaban las torres de la iglesia limpiando dichas estructuras. Podía en pocos segundos levantar 120 libras de presión y trabajar regularmente sobre 80. La descarga del agua al pitón era rápida y potente, por tanto se debía afirmar fuertemente el pitonero parche rojo, para no soltar dicho elemento.
En marzo de 1948 esta máquina fue la oficial para el traslado y recorrido del Presidente de Chile Gabriel González Videla, cuya comitiva visitó la ciudad transportada por la bomba, todos escoltados y atendidos por los segundinos, ocasión en que se inauguró la pista de aviación local. Estos hechos fueron comentados por la ciudadanía que contempló orgullosa cómo el auto bomba por segunda oportunidad paseaba a un Presidente de la República.
Las presentaciones del Cuerpo con su material mayor siempre atrajeron al público. Especialmente recuerdos tenemos del 21 de mayo de 1949 cuando la bomba arrancó fuertes aplausos cuando desfiló sin conductor, provocando sorpresas. El chofer acompañaba al costado, retirado 3 a 4 metros durante todo el trayecto por Plaza de Armas. Esto es posible gracias a que se regula velocidad sin peligro con el acelerador manual. Desde entonces y durante las ceremonias venideras sería así, admirando a quiénes observaban, principalmente a los niños.
Los años 50 son gloriosos para la máquina, se convierte en el protector castreño y única bomba. Comprobamos la preocupación constante por el funcionamiento de turbinas y chorizos, sus mejores elementos; arreglos en su parte mecánica, rellenos semanales de los pozos de agua, ejercicios demostrativos y limpieza del material.
Pero sobre todo, los años 40 y 50 demostraron la importancia del Ford A y su capacidad, al concurrir a todos los llamados de emergencia, controlando eficientemente dichas contingencias. Aseguramos que desde su llegada finalizan los gigantescos incendios que azotaron a nuestra ciudad.
Nuevamente corresponde a la bomba el traslado y conducción del Presidente Carlos Ibáñez del Campo en 1953, quien arriba al puerto en un buque de guerra. Sobre la cabina del Ford A sube por calle Blanco saludando a los habitantes que concurren mayoritariamente. Ocasión en que bomberos y mascotas infantiles de la Segunda Compañía sirven de guardia honorífica, recorriendo diversos sectores de Castro, Así, todas las visitas ilustres eran paseadas por el auto bomba castreño. Servicio bomberil imprescindible ante la comunidad isleña.
En 1956 contabilizaban 33 bomberos activos y 3 honorarios. Su inventario de material disponible ese mismo año anotaba: una bomba a vapor con sus enseres, un carro leñero, una bomba automóvil con sus enseres, 26 trozos de mangueras de goma de 15 metros cada una, dos gemelos de bronce, 4 pitones de bronce, una manguera de goma para regar, un pitón delgado y 2 tambores bencineros. Firmaban dicho inventario el Director Ismael Latif Andrade y el Capitán Luis Gómez Montenegro; acotaban que con fecha 07 de noviembre de 1953 entregando el mismo informe a Comandancia, por tanto el material continuaba siendo el mismo en proporción a la calidad iba de buena a regular.
De esta manera el 31 de diciembre de 1956 el Comandante don Guillermo Águila Soto al leer su discurso de transmisión del mando ante el Superintendente don Demetrio Cárdenas Velásquez, Gobernador don Osvaldo Barrientos Alvarado, Alcalde don Heriberto Pérez Torres, invitados, bomberos y público, refería que el Ford A “en caso de emergencia puede arrojar con cuatro pitones 2.200 litros de agua por minuto y está entregado al cuidado constante y responsable de la Segunda Compañía nuestra única bomba”. Durante ese decenio no había otras máquinas sólo en 1962 llega un carro bomba Magirus Deutz, por tanto como se mencionaba, todos los llamados de sirena, que fueron muchos y de proporciones son atendidos por el Ford A. Palabras que reflejan la importancia de la máquina descrita. Sin duda, el decenio del 50 marcó la mejor etapa del auto bomba y obtuvo el reconocimiento local de servicio en conjunto con los excelentes bomberos que laboraban con la bomba.
La Compañía debe trasladarse al Cuartel ubicado en calle Balmaceda con Aldunate. Local inadecuado, pero que fue totalmente refaccionado por los mismos voluntarios. Fue el nuevo hogar del auto bomba. Como novedad se constituyó e instaló un secador de mangueras de 15 metros de altura, a fin que dicho material permanezca en óptimas estado para su secado en los “pollos”.
En los inicios del 60 la bomba se encuentra operativa en defensa de Castro, y a su ciudad se sumaba la cooperación municipal para la mantención de la misma, al ser la clásica bomba. Durante unos meses se controló incendios principalmente en el sector de Población Obrera (calle Piloto Pardo), que provocaron inconvenientes mecánicos, por ello se laboraba con material de grifo; reparación postergada por la mayor catástrofe ocurrid en Castro en el presente siglo.
En efecto, en mayo de 1960, día del terremoto, se desprendió el techo del Cuartel que la cobijaba, quedando atrapada bajo sus escombros. Sacada a duras penas es trasladada al pozo Plaza único sin daños para combatir el incendio generalizado, no pudiendo operar en succionar agua pese a los esfuerzos, de los bomberos, impotentes ante la magnitud del siniestro, que fue combatido titánicamente con baldes, al estar los grifos inoperantes en medio de la conmoción y confusión reinantes, a pesar de los extendidos de manguera que resultaron estériles. Cuadras enteras fueron consumidas por las llamas y, pese a toda la sacrificada y sobrehumana labor del Cuerpo continuó en distintos ámbitos: guardias, remoción, distribución de alimentos, vigilancia, control y prevención incendiaria, entre algunas tareas que se prolongaron por más de un mes. Abnegación sin límites. Sólo hasta en los últimos días el carro con mangueras podía actuar irregularmente; es reparado en agosto y pese a que mantenía problemas mecánicos la población se sentía más segura. Meses en que se utiliza para instrucción del segundo Curso de Choferes en Cancha Gamboa. En 1961 la máquina funciona perfectamente en incendios y ejercicios, usando pozos y turbinas. Desde entonces se inicia el pintado del material menor para distinguirlo de otras Compañías, correspondiéndole a la Segunda un color amarillo, muy destacable.
Período de continuo rebrote incendiario, como el enorme siniestro de madrugada aquel 11 de octubre, que consumió más de 10 propiedades en las calles Esmeralda y Chacabuco; los pitoneros segundinos atacan con presión altísima de agua proporcionada por el Ford A desde el pozo Plaza, apagándose las llamas al amanecer, ordenándose el retiro de otras Compañías manteniéndose sólo el material que alimentaba la bomba, recomenzando a arder siendo controlado repetidamente por la compañía y su fiel máquina. A cargo de la Segunda Compañía estaba el Capitán Dante Montiel Cárcamo y 37 voluntarios que aunaron esfuerzos para controlar dicho incendio, junto al resto de los bomberos castreños. La comunidad pese a esta magnitud incendiaria expresa su reconocimiento por el desempeño bomberil y labor mecánica cumplir por el auto bomba.
En esta época la bomba prestaba diversos servicios. Era utilizada como carro funerario para Miembros honorarios, para el traslado en ejercicios y funerales con la Banda Municipal. Iniciándose en 1962 otro siniestro que afecta a calle Los Carrera y consume 4 casas del sector. El Ford A desde el pozo Freire trabajó eficientemente logrando con su potencial hídrico amainarlo; al poco tiempo el 2 de febrero a la una de la mañana suena la sirena, indicando como sitio amagado el populoso sector del barrio Lillo. Gran incendio que consumió más de 10 propiedades, en donde se laboró hasta con agua de mar por la incapacidad de grifos y pozos. Proeza nunca vista en Chiloé con un auto bomba, causando admiración a los bomberos ancuditanos quienes acuden desde esa ciudad con su Comandante, presenciando cómo esta máquina temblaba realizando su labor y aprovechando un elemento extraño para el cual no estaba concebido, alimentando a 4 pitones. Se pensaba que sería imposible repararla, pero es limpiada, funcionando perfectamente tanto el motor como la turbina. Hubo opiniones excelentes para esta máquina y bomberos que rescatan con cuerdas a un vecino castreño entre el cerro rodeado de llamas.
Paulatinamente la bomba se hace indispensable, definiendo y extinguiendo incendios en Castro; vibrando entera cuando succionaba agua levantando presión instantáneamente. Su clásica figura con el capó al funcionar en incendios quedó impresa en la ciudadanía, ingresando a la historia local como pocas máquinas lo consiguen, perdurando en el tiempo su recuerdo y fama. Necesario acotar una frase típica pronunciada dentro del mundo bomberil “cuando el Ford abre su hocico no hay quién lo pare”, una verdad vista. El Ford A se compenetra poblacionalmente, cualquier vecino de unos 30 a 35 años puede afirmarlo. Desde su venida terminan los gigantescos incendios, gracias a la eficaz labor de los bomberos que lo utilizan: bomba y tecnología unidas en defensa del bien común. Un cuarto de siglo resguardando y representando la salvación con su espléndido desempeño en todas las emergencias que requerían su presencia. Gran poder para succionar agua ante diversas circunstancias desde sus conexiones “Champión Darley”, marcadas en sus dos salidas de “chorizos” bajo los asientos. También se rememoran el otro gigantesco siniestro de calle Lillo el 1° de abril de 1962, a la una de la madrugada, donde voluntarios segundinos debieron sujetar los “chorizos” semi sumergidos en agua salada, reemplazándolos cada 3 minutos, cansados por la frialdad de las olas que reventaban contra el malecón. Se trabajó durante toda la noche, regresando una y otra vez, controlando nuevos focos incendiarios. La máquina nuevamente laboró con agua de mar sin problemas, la ciudadanía tiene una deuda de gratitud con esta bomba, la Segunda Compañía siente una estimación especial, al complementarse perfectamente a las exigencias requeridas.
El Ford A con actividad de toda índole continúa su impagable labor: funerales, incendios, amagos, ejercicios; permanentes reparaciones mecánicas y la constante revisión de grifos y pozos. Fecha importante fue el 21 de octubre, el auto bomba le preparó una cortina de agua de cuatro pitones a la bomba Magirus Deutz perteneciente a la Cuarta Compañía, recibiendo así al compañero bomberil. Acto seguido un desfile selló el trascendental día. Al otro año, un 8 de septiembre la Compañía y su bomba esperan en Llau-Llao una nueva máquina Nissan junior asignada a la Tercera Compañía, cooperando con cortinas de agua en el ulular de su sirena. Alegrías por el nuevo refuerzo en el combate al fuego.
Las reparaciones del Ford A se hacen más frecuentes producto de tanto tiempo trabajando en bien de Castro. Razón tenía la comunidad y oficialidad para esmerarse en su cuidado y eficiencia, había que resguardarlo de cualquier problema, era salvador ígneo. La Bomba ya se incorporó a la historia local. Puntualizamos que cuando no estaba operativa se utilizaba una moto bomba, dicho artilugio se encuentra en la comuna de Puqueldón en el presente, al ser transferida a dicho Cuerpo.
En diciembre de 1963 otro incendio se produce en la sufrida Lillo, ocasión donde el Ford A alimentó los estanques de la Tercera y Cuarta Compañías con sus nuevas bomba, aunque ya se sentían los efectos de su deterioro mecánico de su acción. El año 1964 muestra a la Segunda Compañía empeñada en reparar diversos detalles técnicos de la máquina. Años identificatorios bomberiles con la localidad.
Comprobamos en junio que el Directorio General se dirigió con la Compañía a la Población Clara Barton donde se entregó un “gallo”, utensilio para arrollar mangueras, al Cuerpo de Auxilio del sector, germen de la futura Sexta Compañía, realizándose un ejercicio combinado; el 30 de mismo mes corresponde importante data, se celebra el Día del Bombero y se procede a colocar la primera piedra donde se construirá el futuro Cuartel del Cuerpo de Bomberos, corolario del acto fue un destacado desfile. En septiembre dos hechos entristecen la Institución, pérdida del laborioso voluntario segundino Andrés Penoy Penoy, sus restos fueron acompañados por bomberos junto al fiel Ford A y también deja de prestar servicios el auto bomba por tener que ir a reparación en Santiago; inmediatamente se recurre al “gallo” que desde el 26 del mismo mes presta servicios en la Segunda Compañía. La ciudadanía quedaba sin apoyo bomberil importante en el ataque de incendios. Desde mayo, día del terremoto, acotábamos su desgaste del motor y de otras piezas. Era urgente este desplazamiento vía férrea a centros técnicos especializados para repararlo definitivamente, previas gestiones del Directorio General y sus congéneres de la capital.
La Segunda Compañía trabaja asociada a otras Compañías, laborando combinado en incendios y ejercicios. Sin interrupción las actividades siguen pese a carecer de material mayor.
Avanzan las hojas del calendario, 1965 es recordado por los incendios náuticos y llamados de emergencias al puerto. El incendio en las embarcaciones: “La Guaiteca”, cargada de combustible donde el voluntario Jorge Gallardo Alarcón debió saltar al mar para salvarse de las llamas, aun así la acción bomberil no decae; meses después otra lancha la “Flor del Carmen” fue afectada por un siniestro, más una serie de otras emergencias, todas controladas debido a la oportuna intervención bomberil. Acotamos que en el mes de mayo se asistió a un incendio en Dalcahue, por primera vez se concurría a otra localidad a prestar servicios.
En Castro, la Compañía recolectaba fondos para la reparación del Ford A y enviarlos al Capitán Alejandro Rodas Silva, quien se encontraba en Santiago esperando la bomba. El 30 de abril de 1966 el Diario “Las Ultimas Noticias” recogió la información con el titular “Castro, realizó el cambalache del siglo”, donde se manifiesta que el Ford A reparado y restaurado como moderna máquina se embarcó destino a Puerto Montt vía ferrocarril, siendo el orgullo para los chilotes; además, del obsequio de material menor de parte de los Oficiales Generales del Cuerpo de Bomberos de Santiago, y la sorpresa al ver embarcar al Capitán segundino junto a la bomba sin importarle viajar a la intemperie. Después de cubrir por tierra un trayecto de cinco horas desde Puerto Montt llega a Castro, tras permanecer cerca de dos años sin contar con la vital máquina. La llegada a la ciudad fue apoteósica, la ciudadanía recibió al Ford A en las calles, con la presencia de “Radio Chiloé” que transmitió tal hecho histórico, mientras la bomba junto a los voluntarios recorrían todas las calles castreñas. Así, la bomba en perfectas condiciones y con todo su material preparado en el mes de mayo espera que la comunidad requiera sus servicios.
Múltiples actividades en los años venideros. Traslado de senadores y diputados; el cuidado muchas veces anecdótico para no cargarle peso porque las ruedas “tienen tetas bastantes grandes”; el aporte a la cultura cuando los bomberos y la bomba fueron a calle Pedro Montt a hacer efecto de lluvia para un documental cinematográfico sobre Chiloé de la Empresa Latino América Films, diversas acciones de la “joyita”, además del servicio en emergencias.
Durante el Cuarto Centenario de la ciudad de Castro, el 12 de febrero de 1967, un acontecimiento nacional le correspondió desfilar junto a todo el material mayor en la Plaza de Armas arrastrando con una pértiga a la Bomba a Vapor, rindiendo así su homenaje. El desfile de los bomberos segundinos fue un hito ya que inauguran el uso de cascos modelo norteamericano, generalizados actualmente y desde esa fecha se inició su uso. Los meses siguientes muestran la Bomba en todos los llamados de sirena, descollando por su capacidad mecánica.
Hombres, máquina, actividades supeditadas mágicamente al entorno climático isleño, especialmente en 1968 recordado en los anales bomberiles al celebrar las Bodas de Plata del carro Ford A. Discursos públicos, desfile y ejercicio demostrativo en la Plaza de Armas ante la comunidad que repletó el lugar. Cumplió sus 25 años bien trabajados, comprobándose lo acertado de su adquisición para Castro.
Concurrió a sofocar dos terribles incendios en Dalcahue, brillante labor e impresionante cuando absorbió tras breves minutos la totalidad del agua de un clásico pozo, debiendo laborar con agua marina; fue el primer carro en llegar al lugar pese a la existencia de otras máquinas modernas. Año también en que la comunidad castreñas inicia una destacadas defensa de recursos metílicos ante la extracción irracional; en dicha ocasión los vehículos bomberiles bloquean la carretera junto a otras instituciones públicas; la bomba Ford A cumple entonces un papel ecológico en defensa de la biomasa chilota. Finaliza el año con un incendio de proporciones en calle Serrano donde se trabajó de pozo, con todo el material disponible y sus 80 libras de presión.
En enero de 1969 visita Castro el Presidente de la República don Eduardo Frei Montalva. En forma de parada junto al material mayor, revista a las seis Compañías. Los inicios del 70 fueron positivos, cumple regularmente extinción de incendios y todas las actividades bomberiles. Se percibe el respeto por esta máquina y grados obtenidos en franca lucha contra las llamas, paulatinamente se extiende la aureola tradicional de la fiel bomba.
A inicios de 1971 corresponde traslado de Cuartel al actual Cuartel central. El Ford A debe competir con tres modernas máquinas llegadas a nuestra ciudad, actuando satisfactoriamente. Nuevo hogar y entrega del Cuartel anterior a la Quinta Compañía que desde esa fecha se localiza en calle Balmaceda. Dicho lugar había sido histórico para la Segunda Compañía, allí quedaron recuerdos y vivencias inolvidables, aún la noble máquina respondía a las exigencias requeridas, siempre en primera línea de combate. Comprobamos en mayo cómo dos propiedades fueron consumidas por el fuego en calle Pedro Montt, donde se trabajó de grifo debiendo retirar la bomba de dicha posición ante el peligro del calor que derritió los intermitentes. Sin duda un vehículo con las características prometeicas y, admirada a cada instante por las actividades efectuadas.
Malas nuevas para la Segunda Compañía, en enero se produce la trágica muerte de dos apreciados bomberos: Roberto Barrientos Watkins y Silvio Pérez Vargas; su bomba los traslada al camposanto y les da el último adiós a quienes trabajaron en ella.
Felicidad segundina en agosto, porque el 1° del mismo mes se reciben dos nuevas bombas, marca Berliet que pertenecerían a la Segunda y Tercera Compañía. El Ford A recibía al compañero que lo reemplazaría; trabajaron conjuntamente ya que su excelente turbina era ayuda eficaz a los Berliet para aprovechar el aporte hídrico. Su última hazaña la cumple el 4 de septiembre de 1971 con el pavoroso incendio de la Gobernación. Bañado en agua cual gigante que entrega esfuerzos postreros se le instaló un pitón monitor “El Capo” sobre su cubierta, arrojando agua a alta presión. Aseguran que por esta maniobra se cortaron las llamas al provocar tal cortafuego líquido impidiendo el avance ígneo entre el edificio siniestrado y correos. Actividad suprema final del Ford A, desde entonces sucumbió mecánicamente tras alimentar de agua por espacio de cuatro horas.
Fecha histórica en los anales segundinos, pues a su preciada máquina deja de funcionar y a la vez fue la prueba de fuego para el Berliet, el nuevo material mayor.
Transcurre un tiempo sin reparaciones eficientes, aunque es usado en varias actividades. Es guardado en el Cuartel Nro. 2 hasta enero de 1972, donde la máquina cumpliría nueva destinación en la localidad de Rilán; a raíz del gran incendio que azotó dicho lugar se formó en 1971 una nueva Compañía dependiendo de Castro. Allí prestó servicios el Auto Bomba con tantas historias, pese a la oposición de la Segunda Compañía. Trabajó poco tiempo, manteniéndose semi abandonada, y se le extrajo parte de su turbina, pues no había otra igual entre las bombas; recuerdo de generaciones de bomberos que junto al Ford A recorrieron los caminos de servicio público. Era su bomba con historia, aquella que la comunidad apreciaba por ser su defensora local.
Dieciséis años pasan sin romperse ese nexo espiritual hasta 1988, cuando el Directorio General decide traer al Ford A Castro, donde siempre debió permanecer. Se inicia su reparación ante el regocijo bomberil, reviviendo momentos de gloria al presentarse en desfiles y otras acciones entre aplausos comunitarios, haciendo recordar vivencias a muchos castreños que saben de los años servidos en beneficio de nuestra ciudad.
Hoy permanece orgulloso en el Cuartel General; es una reliquia viva de la institución, bajo el cuidado y mantención de la Segunda Compañía que desde 1990 lo tiene asignado por orden de Comandancia. Conservar el pasado material bomberil ayuda a formar actitudes y un respeto por voluntarios y máquinas de Castro que en años pasados fueron imprescindibles.
El Ford A, la “joyita”, se mantiene eficiente y dignamente conservada en el Cuartel Central, recorriendo las calles y luciéndose orgulloso como el premio bomberil y ciudadano.
Decíamos que el 1° de agosto de 1971 se concurre a recibir por orden de la Comandancia a los nuevos carros bombas Berliet, franceses, que fueron asignados al Cuerpo de Bomberos de Castro, pertenecientes a la Segunda y Tercera Compañías en la localidad de Llau-Llao. Se asean las máquinas, retornando a Castro escoltadas por el resto de bombas y una alegre caravana vehicular.
Correspondía el tercer tipo de máquina cargo de la Segunda Compañía. Era una Bomba marca Berliet, Gak 20, modelo 1970, francés. Apenas llegó su prueba de fuego fue el incendio de la Gobernación; entonces con este hecho comenzó a servir hasta la actualidad. Moderno y excelente material mayor que contrastaba con el Ford A, al contar con mayores adelantos técnicos, material menor, estanque de agua incorporado, una novedad para los segundinos, que así podían laborar sin necesidad de abastecerse obligatoriamente de pozo. El Berliet inició sus servicios en coordinación a una pléyade de eficientes conductores, quienes lo controlaban y dominaban a la perfección, siendo paulatinamente reconocido por su fuerza, desempeño y capacidad. Lo apodaron “El Mamut” debido a su fortaleza y modelo original. Fue bautizado el 10 de septiembre del mismo año, con la plaza colmada de público, una novedad era presenciar el accionar de dichas máquinas de última generación, oportunidad que se recuerda con la edición de un banderín al acontecimiento. El Cuerpo de Bomberos de Puerto Varas manifiesta su solidaridad enviando un obsequio de motivos náuticos a la Segunda Compañía. La ciudad de Castro fue pionera en los Berliet en Chile, más aún, al ser traídos desde Valparaíso funcionando dieron muestra de su real valía. Esta bomba cumple satisfactoriamente las exigencias institucionales, demostrando con creces su eficiencia; le ha correspondido sofocar la mayor parte de los siniestros o emergencias ocurridos en Castro y otros lugares en las décadas del 70 y80, pese al tiempo transcurrido. Esta trayectoria es fruto de estimación y cuidado de los voluntarios hasta su Bomba. Habiendo tenido la máquina un comportamiento operacional notablemente regular en sus dos décadas de trabajo, reconocido por la comunidad, que continuó basando su defensa en estas bombas. Los segundinos agregaron otras novedades, como dos salidas de agua de 50 m/m., luces superiores, neblineros y era la única bomba con circuito químico para incendios de diverso tipo. Los maquinistas sabían todas sus mañas especialmente de su dirección manual, su original cebador, sus juegos de llaves de mariposa para succionar agua de pozo o levantar presión dando excelente caudal hidráulico, los clásicos chorizos y la forma típica para hacerlos funcionar eficientemente. Cuántos hombres descollaron en la conducción y reparaciones, obteniendo un mejor rendimiento en incendios o ejercicios, incluso cumpliendo misiones es sectores rurales y otras ciudades. Complementación necesaria hombre máquina en el accionar óptimo de una Compañía.
Ostenta una placa recordatoria de bronce que en su costado tiene la leyenda: “In memóriam del Tte. 3° Roberto Barrientos W.; Ingeniero de Máquinas: Silvio Pérez T.,”. Desde su llegada en 1971 y hasta 1993 asistió a más del 80% de llamados de emergencia, siempre en el lugar de ataque directo, respondiendo satisfactoriamente a las exigencias bomberiles. En 1994, y tras largos años de servicios fue refaccionada totalmente en Santiago; reciclándolo mecánicamente, transformándolo en una máquina con las exigencias técnicas modernas, quedando renovado y prácticamente nuevo después de varios meses en taller. A fines del año mencionado retorna a Castro y hoy se encuentra bajo la dependencia de la Segunda Compañía, prestando servicios operacionales de diverso tipo, incorporado al material mayor como bomba de gran calidad, demostrando y continuando con su servicio constante y eficiente. Sin duda otra máquina que con el tiempo irá incorporándose al historial cotidiano local por su labor desempañada; un acierto institucional de los Oficiales General fue la adquisición en 1970 de los Berliet, ya que permitieron controlar gracias a sus bomberos tantos incendios de proporciones ocurridos en la ciudad. Sin embargo, ya durante los años 80 nuevas bombas con nuevas tecnologías modernas se incorporaron al Cuerpo, superando a los Berliet en este aspecto técnico. Es necesario indicar que incluso hasta fines de los años 80 al producirse una emergencia, los bomberos debían dirigirse corriendo o en vehículos al Cuartel para informarse del lugar y concurrir con las bombas cuando las alcanzaban o llegar al amago por sus propios medios. Sólo en los años 90 la tecnología en radios optimizó las comunicaciones con ventajas en todos los aspectos. Transcurrieron 21 años de servicio, reconocidos por su labor trascendental y aún en excelentes condiciones mecánicas, presto a cualquier emergencia. La década del 90 trajo extraordinarias novedades a la Segunda Compañía, no sólo por la adquisición de nuevos y revolucionarios equipos y celebrar 90 años de vida institucional, hecho recordado con emoción que involucra a la ciudadanía castreña, sino por la recepción de un nuevo carro bomba Camiva Renault, S-170, motor turbo, modelo 1991, el más moderno de su tipo en Chiloé i por ende del Cuerpo de Bomberos. Su arribo a Castro en diciembre de 1990 fue espectacular en medio de la masiva concurrencia de público en la Plaza de Armas, junto a la hermosa recepción que hicieron las bombas congéneres. Lienzo de bienvenida, arcos de escaleras y banderín gigante dieron el marco adecuado y admiración de la nueva bomba a la ciudad en una cortina de agua.
Las tres máquinas segundinas que representaban cada época histórica de Castro, fueron un hito que causó admiración y emoción a bomberos antiguos y jóvenes junto a la enorme comunidad, que esa tarde se congregó en el principal paseo público. El 8 de marzo de 1991 fue el bautizo oficial, día del aniversario del Cuerpo de Bomberos de esta ciudad; los padrinos respectivos, invitados especiales y las distintas Compañías presenciaron dicho acontecimiento en la Plaza de Armas, nuevamente atiborrada de público; banderines, autoadhesivos y cobertura radial y escrita constituyeron el marco adecuado para el histórico hecho. Así, el B-2 Turbo Renault oficializaba su ingreso al servicio bomberil, demostrando en este breve lapso de tiempo su eficiencia, siendo sus conductores y bomberos los mejores aliados para un óptimo trabajo. Se le ha implementado nuevos accesorios de distinto índole técnico que, lo constituyen como la bomba mejor dotada del Cuerpo. Paulatinamente comienza a incorporarse al reconocimiento comunitario y estamos ciertos de que muy pronto será otra bomba con historia, al igual que lo fueron sus antecesores en la vida cotidiana del siglo XX, ante su eficiencia en los múltiples llamados de emergencia de os últimos años. La Bomba a Vapor, el Ford A, el Berliet Gak 20 y el Camiva Turbo Renault S-170, componen la historia del material mayor de la Segunda Compañía y porque no decirlo, cada uno representa un período dentro del pasado ocal y del futuro, con esta última máquina, dotada de los mejores adelantos técnicos.
Hoy la Segunda Compañía ostenta el privilegio de mantener tres bombas bajo su dependencia y cuidado: pasado, presente y futuro en la revolución tecnológico y que, a su paso por las calles castreñas representan a su pueblo identificando con esta Compañía que comparte 96 años al servicio ininterrumpido de Chiloé, cuyas insignias de grandes proporciones, cuales escudos de armas, colocados en ambos lados de las bombas, reflejan imprentadas el estímulo permanentemente de las Segunda Compañía por cumplir con su labor en todos los ámbitos.
ASPECTOS RELEVANTES DE LA VIDA INSTITUCIONAL SEGUNDINA
Como toda organización, la Segunda Compañía prosigue su accionar movida en estas últimas décadas del 60 al 90 por una fuerte mística y tradición heredada del tiempo ido. Los años 1969, 1970, 1975, 1991 entre algunos, la hacen acreedora de la mejor asistencia por Compañías, cuando se catalogaba el cumplimiento bomberil. Es la primera en usar los cascos modelo americano, de cucarda negra, inaugurándolos en el desfile conmemorativo del Cuarto Centenario de esta ciudad (1967); su uniforme en este período era una guerrera azul con bocamangas rojas, similar a un vestón, ostentaba solapas rojas y se abrochaban con botones dorados marcados con el número “Dos”; sobre los hombros se agregaban un par de charreteras del mismo color; cinturón blanco con hebilla dorada cuadrada que mostraba un “Dos”, pantalón blanco y corbata negra. Desde los años 80 el uniforme de parada es sustituido por una guerrera roja, tipo vestón, común en todas las Compañías.
Sus integrantes has sufrido diversos accidentes a lo largo de su historia al estar siempre en la línea de fuego; se les ha designado en Comisión de Servicio para cooperar con la reorganización de otras Compañías; han ocupado cargos de relevancia en el Directorio General y en la organización e instrucción de la Brigada de Aspirantes, semillero bomberil, también cooperación con recursos varios e los Aniversarios del Asilo de Ancianos; participación permanente en los desfiles, romerías y ejercicios. Con una presencia constante en guardias semanales. Inician el uso de parches identificatorios localizados en el antebrazo por secciones: rojo=pitoneros, amarillo=extendido material, verde=máquinas.
Se ha prestado servicios en incendios en otras localidades como Quellón, Chonchi, Rilán Curaco de Vélez, Dalcahue y Academias en Quemchi; aparte de labores en sectores urbanos y rurales de Castro. A fines del decenio del 60, les correspondió por sorteo el color amarillo rey para el reconocimiento del material menos, así se pintaron franjas de dicho color en todo el material, siendo fácilmente identificable el correspondiente a la compañía por sus características propias.
El Cuartel actual y sala de sesiones se encuentran en el Cuartel Central del Cuerpo de Bomberos desde 1971, frente a Plaza Prats, manteniendo importantes recuerdos de antaño; entre muchos destacamos: Libros de novedades y de Actas con los acontecimientos ocurridos desde 1950 a la fecha, documentos valiosos t fuentes escritas más antiguas que se conservan, pese al extravío de algunos por trasladarse de Cuartel; además fotografías antiguas, inmortalizando a la Bomba Vapor y la Ninfa Guerrera segundina, recortes de periódicos ya existentes, banderines y objetos arcaicos, estandartes, diplomas, galvanos y otros elementos guardados en beneficio de la historia local. Recuerdos del pasado y razones que hacen necesario un futuro Museo Bomberil en Castro. Durante 17 años utilizaron una pequeña sala para sus actividades en un pasillo delo primer piso, en la puerta una placa con el 2 señalaba la correspondiente a la Compañía.
Décadas de alegría y tristeza. Festividades que reúnen a bomberos viejos y jóvenes en una jornada inolvidable celebrando los 75 años de vida institucional, las Bodas de Esmeralda; nostalgias al perder a destacados Miembros Honorarios. Huellas que iluminan a generaciones nuevas de bomberos en la finalidad de engrandecer la Segunda Compañía.
En relación a sus integrantes podemos indicar que desde sus inicios los fundadores comprendieron la relevancia de esta nueva institución, nutriéndola con hombres probos en todos los aspectos. Fueron tantos y tan destacados que les rendimos un homenaje a nivel general. Una verdadera tradición familiar se advierte en sus filas. En la mayor parte de una u otra manera tienen relaciones bomberiles vía familiares. Así se enriquece la Compañía al sentirse más ligado a ella, perfilando una organización con personalidad. Gran parte de los habitantes castreños integraron sus filas desde el lejano 1900; recordar a aquéllos es recorrer Castro de antaño, como en 1918 cuando su Director era Daniel Miranda Bórquez; Ramón Uribe Díaz, recordado Superintendente del decenio 40; Guillermo Nauto Bahamonde; Zoilo Barrientos González, Luis Gómez Montenegro; Toribio Gulielmi Bórquez; Felipe Montiel Márquez; Guillermo Águila Soto; Aurelio Velásquez Cárcamo, Ismael Lattif Andrade; Aníbal García Bonilla, el mejor orador local; Ramón Cárcamo Márquez; Carlos Heinz Holmberg; Juan Pérez Águila integrante a nivel nacional del Cuerpo de Bomberos Simbólico de Santiago; Jorge Silva Alarcón; Humberto Molina Zúñiga; Osvaldo Mansilla Mohol; Manuel Cárdenas Haro, por nombrar algunos bomberos y Oficiales de Compañía, como el Directorio de los años 40 al 60; aparte de la enorme lista de servidores públicos hasta el presente que se destacaron en la actividad bomberil, dejando lecciones imborrables. Hoy los evocamos en forma amplia pues fueron los orientadores en la trayectoria segundina en estos 97 años de vida, siendo numéricamente muchos. Los Miembros honorarios actuales, consecuentes con tal digno calificativo, son mérito a los jóvenes voluntarios por su experiencia y son los bomberos con mayores años de servicio, memoria viva en el rescate oral: Dr. René Tapia Salgado; Armando Rojas Pérez; Sergio Maldonado Oyarzún; Hugo Linzmayer; Arturo Altamirano Piutin; Luis Felmer Felmer; Eladio Barrientos García; José Bustamante Alvarado y Ricardo Torres Garay.
En las últimas tres décadas y a mediados del decenio del 90 la Segunda Compañía continúa trazando rumbos a la institución bomberil. Han realizado relevantes adelantos materiales y asimismo en el perfeccionamiento de los voluntarios en coordinación a un buen nivel técnico. Actualmente y desde 1989 su sala de sesiones se encuentra en el segundo piso del Cuartel Central con todas las comodidades mobiliarias para desarrollar cualquier actividad. Adquieren brazaletes con el logo de identificación para el personal de civil; botas de seguridad, llaves de unión, buzos térmicos, guantes anticorte, quepís con logo B-2 y poseen los más modernos cascos con visor en la región sur del país, de alas más cortas, seguros, con protector de orejas, tipo firefighter, importados directamente de Estados Unidos (Departamento de Bomberos de Philadelphia), equipos de respiración autónoma, linternas ad-hoc para los cascos entre tantos logros.
Ha publicado dos libros y dos suplementos sobre la historia de la Segunda Compañía, los iniciadores culturales en Castro de tal actividad, presentándose públicamente; tienen una Brigada Infantil con niños de 6 a 12 años que aprenden disciplina y vida bomberil; calificados voluntarios estuvieron dirigiendo y organizando el Departamento Cultural del Cuerpo de Bomberos, realizando un programa semanal a través de la radio, denominado “Acontecer Bomberil” que entregaba consejos prácticos, noticias y todo lo inherente al quehacer bomberil, de enorme sintonía que aún hoy se mantiene dirigido por el Departamento de Estudios Técnicos, cuya base, estilo y material de difusión continúa siendo el mismo. Experimentados bomberos durante la década del 70 y 80 fueron organizadores e instructores de la Brigada de Aspirantes del Cuerpo de Bomberos, integrado por jóvenes castreños, muchos de ellos ya bomberos fogueados en el presente, y sus voluntarios han ostentado cargos de Segundo y Tercer Comandante; inspector de Material Mayor; pro-Secretario General y Ayudante General, entre otros.
Mencionamos a Víctor Muñoz Pérez; Humberto Molina Bustamante; Arturo Pérez Bórquez; Ramón Barrientos Cárdenas y el excelente Capitán y Tercer Comandante Ricardo Barrientos Watkins. Precisamos también que como Compañía y como individualidades han sido citados por sus actuaciones en libros, artículos y crónicas de destacados autores nacionales. Los avances técnicos preocupan a sus integrantes, esto ha motivado que desde 1990 adquieran radio receptores personales conectados directamente con la Central de Alarmas; los primeros del Cuerpo y toda una novedad en Chiloé, lo cual significó un avance en todos los aspectos. Precisamente durante ese año se logran los mayores objetivos y metas, que coincidieron con la ocupación de los cargos de Tercer Comandante; Pro-Tesorero General e Instructor Nacional avanzado por parte de integrantes segundinos, recayendo en Dante Montiel Vera, Ariel Rivera Nieto y Humberto Molina Bustamante. Justamente al cumplir sus 90 años de servicio; nueva bomba, banderines y calcomanías conmemorativas, toallas especiales de trabajo, edición de libros, campañas de prevención con volantes didácticos distribuidos en las poblaciones, más un sinnúmero de actividades y adquisición de nuevos elementos materiales de todo tipo. También tienen un módulo gastronómico como patrimonio en el Parque Municipal, donde se celebra el tradicional Festival Costumbrista; fueron por otra parte los encargados de organizar la Peña Folclórica “Coché Molina” y bailes sociales.
Referente a sus voluntarios mencionamos que de sus es el Instructor Nacional, integrante de la Academia del Bombero, que organizó el departamento de Estudios Técnicos con misiones de docencia, prevención e investigación de incendios; dictan cátedras y cursos a bomberos de todo Chiloé, sus miembros tienen cargos en el Directorio General, Comandancia, Departamento de Estudios Técnicos, como Inspectores, Unidad de Rescate Vehicular donde muchos segundinos descollan por su accionar, siendo reconocidos con estímulos por su labor, además de ser elegidos como mejor Director y mejor Capitán. Son en porcentaje los que han efectuado el mayor número de cursos de la Academia y han sido preparados tanto técnica como mentalmente para la actividad bomberil, sumado el moderno equipo de trabajo que poseen. El actual 2° Comandante y Secretario General pertenecen a sus filas; y el Director es quien posee la mayor antigüedad en el cargo a nivel institucional.
Realizan convivencias con sus familiares en diversas actividades celebratorias. Constantes presentaciones públicas, guardias, ejercicios, romerías, llamados de emergencias y otras actividades permanentes en la Compañía, sin lugar a dudas, proyectan su vivencia al tiempo futuro.
Diversas acciones realiza la Compañía para obtener recursos, mencionamos a los Socios Cooperadores, rifas comunitarias, campeonato de box local, exhibiciones de cine, video en comunas y el tradicional Bingo Cultural del mes de abril, que resalta los valores chilotes anualmente, sumando a los excelentes premios y bailes, que ya se constituyen en actividades reconocidas en Castro.
Después de 92 años y por decisión unánime en sesión solemne, la Segunda Compañía efectuó la propuesta y el acontecimiento más relevante de llevar por nombre “BOMBA CHILOE-ESPAÑA”, siendo apadrinados por el propio Embajador español, formalizándose así este acto ante la Cancillería. Primera vez en la historia nacional que una institución bomberil solicita dicha autorización a nivel de Embajada, convirtiéndose la Compañía en la única del país con tal denominación. La fundamentación que se tuvo tiene implicancias con las múltiples relaciones históricas geográficas que unen a Chiloé con España. De esta manera, desde 1992 y bajo el auspicio de la Embajada española, la Segunda Compañía “Bomba Chiloé-España” inició su accionar en el camino vanguardista del perfeccionamiento institucional. Así, el propio Embajador donó las placas de identificación a los voluntarios donde se reproduce el escudo de guerra de la Compañía y desde esa fecha cada 12 de octubre en la en la Plazuela Gamboa realizan un destacado desfile junto a otras instituciones y autoridades. Por su parte, el canciller español guarda como preciada reliquia los presentes: libros, quepis, fotos y otros elementos de la Compañía castreña. Hecho trascendental, instando a Oficiales y bomberos al mejor desempeño en el presente y futuro, considerando esta importante decisión que permanece grabada en los Anales segundinos y es valorada por la comunidad y medios de comunicación a todo nivel. Sin duda, el decenio del 90 marcó uno de los períodos más brillantes de la historia de la Segunda Compañía.
Actualmente se constituyen como la Compañía más antigua del Cuerpo de Bomberos de Castro, con fuerte tradición, labor ininterrumpida por 96 años, compuesta por una gran base de bomberos jóvenes y veteranos con más años de servicios en la institución, que junto estrechan filas para permitir entender la importancia de la Segunda Compañía “Bomba Chiloé-España, que se ha compenetrado con la historia castreña del siglo XX.
Pasado, presente y futuro, trío armónico y emblema señero para esta institución, sirviendo a Castro y Chiloé desde el año 1900.